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Columna de un día*


Por José Luis Pemberty Tamayo**

jluispemberty@gmail.com


Hay un cuento de Borges (Utopía de un hombre que está cansado) donde un personaje califica a la imprenta como uno de los peores males del hombre, por su tendencia a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios. Una parte de esa afirmación me preocupa particularmente y es aquella que hace pensar en la naturaleza de nuestra producción cultural, pues aquello que allí se entiende como textos innecesarios podría extenderse a una cantidad inmensa de cultura que está hecha para un día.


Ejemplos de lo anterior están por todas partes, nos inundan: Los escritores hacen y venden libros que se leen en dos viajes de Metro; los top 10 de música en la radio se establecen cada semana; no es necesario mirar una pintura más de dos veces, además de que tiene sagradamente una explicación en una tarjetica pegada en la pared a su lado, cuando no es apenas un título terriblemente explícito, ya que la obra es todo lo contrario... obras de teatro que se olvidan en dos horas; comediantes que se ríen del desayuno, el almuerzo y la comida... y nada más; poetas extremadamente silenciosos; retos para YouTuber que duran cinco noches; películas que solo hay que ir a ver una vez.


A medida que avanzamos, hacemos cultura en formatos más portátiles: microcuentos, micropoemas, cortometrajes, jingles, columnas de opinión... Sirve cualquier cosa que quepa en una montada en bus; porque ninguna duda existencial necesita ser demasiado pensada ni ninguna catástrofe merece ser protagonista por más de un día, después de todo, el hambre de unos, la guerra de otros, el terremoto de los de más allá, la desastrosa elección de los de más acá... todo ocurre al mismo tiempo y hay que atender a la interconexión del mundo, hacer que todos se solidaricen, que el filtro de Facebook respectivo se haga presente, pero ligerito, que muchos asuntos están haciendo fila.


El otro problema que plantea el personaje de Borges es la renuncia de nuestro tiempo a la relectura. Tal vez sería perdonable tener un microcuento del porte del Quijote (y no digo que no haya suficiente talento en los autores del género como para lograrlo), el problema es que no podríamos reconocerlo ni teniéndolo en frente, porque estaríamos obligados a quedarnos con la primera y única impresión de su lectura. Todo muy conveniente: una cantidad de productos culturales que se entienden a la primera, una tendencia a no querer más que eso y una maquinaria que tiene algo nuevo cada mañana, con olor fresco a tema de turno.


Incluso con aquello que hemos osado denominar producción académica nos pasa. El formato en boga es el artículo científico, cuyas medidas, como viene pasando con las reinas de belleza, son válidas cada vez en menores cantidades; los coloquios y congresos han empezado a implementar la ofensiva práctica de usar el póster como método de exposición de ideas, como si no hubiera bastado con la apenas aceptable fórmula de dictar al mismo tiempo, en diferentes lugares, varias participaciones; uno va a un evento académico y solo puede presenciar, cuando mucho, la mitad. Hay, sin embargo, libros académicos editados en países europeos, y estaríamos salvados por ellos de no ser porque esos libros no son más que un compendio de aquellos artículos “fitness” que abundan en las revistas. En fin, que el último bastión de la reflexión y la sensatez ha sucumbido a los métodos del sistema de producción y necesita material nuevo todos los días.


Cabe decir que en las palabras escritas por Borges hay algo de miedo, y es que ahora, más que nunca, producimos una cantidad de cultura que no vale nada (por aquello de la oferta y la demanda) y que podría usarse para madurar todos los aguacates del mundo, envolver todos los trasteos y limpiar todos los vidrios, y aún así no se acabaría.


Tenemos una cultura de un solo día, hecha para el asombro, que busca quitarnos una especie de hipo intelectual y nada más. Eso es todo por hoy, de todas formas, este textico no va a sobrevivir al medio día.





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*Texto publicado en la Revista Cosmogonía. (2018). Núm 11. pp.16.
**(Yarumal, 1996) Filólogo hispanista, poeta y narrador. Editor, diagramador y colaborador de la revista literaria Alas de Papel junto al taller de literatura El Sueño del Pino. Editor del libro Él, que me habita de Henri García (2019). En 2019 recibió la primera mención de honor en el concurso de cuento El Coronel Sí Tiene Quién le Escriba de la Universidad Central de Colombia. En el mismo año participó en el Primer Encuentro de Escritores Latinoamericanos en Puebla y Zacatlán (México). En 2020 recibió el primer puesto en el Concurso Nacional de Escritura, promovido por el gobierno de Colombia; en el mismo año publicó A oscuras, su primer poemario. Ha participado, además, en diferentes festivales y recitales de carácter internacional en su país.




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