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Entrevista al escritor y poeta Jandey Marcel Solviyerte - su obra*


Por Francisco López y Cristian Madrigal, miembros del colectivo Revista Cosmogonía.


Esta entrevista se realizó un lunes en el café bar El Desván, ubicado en la ciudad de Bello, Antioquia; siendo pensada para el número 11 de la revista (o sea el anterior), y que por motivos de procedimiento editorial hasta ahora trabajamos, nos atrevemos a publicar apenas un fragmento de su versión completa. Su propósito es difundir y explorar el arte de leer y escribir en un contexto político y social que contrasta, de antemano, con la vida y obra del autor, y con sus preferencias literarias y expectativas en el escenario del arte a nivel local, regional y nacional. En esta transcripción, sin embargo, hallamos además las tentativas internacionales de una voz que se expresa libre, que transforma su medio a través del cálido y profundo arte de la poesía, y cuyo tono en prosa no desmerita la altivez y opinión particular de su literatura histórica. Así pues, lectores, conozcamos un poco sobre la vida y obra de nuestro amigo Jandey Marcel.




Pacho (Francisco López): Jandey, nosotros trajimos unas preguntas. Creo que nos sobra decir las razones por las que en esta ocasión queremos entrevistarte para la Edición Número 12 de la revista Cosmogonía. Y pues yo siento que sin exagerar vos sos uno de los escritores más importantes que pueda tener el país, vivo. Y eso que no he profundizado en tu obra…


Jandey Marcel: Veía muy a menudo entrevistas sobre Onetti, entonces en uno de esos documentales le preguntan “¿Qué ha hecho para tener esa capacidad de literatura?”, dizque: ‘Mentir; a mí siempre me ha gustado mentir, le inventaba a mis padres, le inventaba a los amigos de la cuadra, a los del colegio’. Eso siempre faltando a la verdad…(Risas).

Yo creo que esa es la mejor manera de enfrentarse a eso que llamamos verdad, más bien esquivándola, como decía Nietzsche: “¡Sea yo desterrado de toda verdad!”. O sea, apenas es aprehensible.


P: Yo quisiera empezar preguntando por ese momento en el que vos dijiste el arte es el camino, voy a hacer de esto mi vida si es preciso, ¿en qué momento de tu vida pasó eso? En que encontraste el interés por la dramaturgia, por la literatura…


J: Son varias preguntas al tiempo…

[…], pasé al kínder, porque así se le decía en mi época prehistórica del siglo XX: el kínder garden. Pasé al kínder de una exesposa de un tío mío: Orfa; y ella nos enseñó primeras letras a muchos antes de ingresar a la escuela. A mí me fue muy bien con ella, entré a leer cuando llegué a primero.

[…] Con Orfa aprendí las primeras letras, eso se lo agradezco a ella; aunque mi madre –obvio- me enseñó los primeros silabeos, las primeras letras pertenecieron a la tía política de ese entonces. Y de una conexión en esa época con los fabulistas: Iriarte, con Samaniego, con Pombo. Pienso que intelectual se volvió con los años, pero era más esa cosa del disfrute, no de trabajo, sino de aprehenderlo, de cogerlo, de disfrutarlo: pasarla bien; y recrear la imaginación, a la cual siempre le he dado mucha importancia. Desde niño surge ese deseo y empiezo a escribir, escribía mucho de niño, y a dibujar, dibujaba tipo historieta también: como la que uno repetía en la parte superior del cuaderno que va avanzando… De ninjas, hacía dibujos y cómics de ninjas, partidos a la mitad y todo eso…


P: Qué importante eso que decís sobre la imaginación, porque cuando uno revisa parte de tu obra, especialmente Crónicas de riel, uno pensaría que de esto hay que hacer un documental por esas imágenes tan fuertes que hay ahí, ese retrato que hacés vos del paisaje, y el paisaje entendido también como en esa dimensión humana de las gentes que viven ahí, uno diría: “hay que hacer un documental de eso”. Qué importante eso que decís sobre la imagen. ¿Quién es Jandey Marcel Solviyerte?


J: Ese nace después. Mi nombre es Hirlan Marcel Valencia, y nunca he renunciado a él. Lo de Jandey fue algo muy casual, digamos cuando tenía como veinte o veintiún años, volví al pueblo porque estuve un tiempo viviendo fuera, me relacioné con unos amigos y todos queríamos imitar poetas porque nadie quería escribir poesía verdadera, sino un juego de la imitación, pero muy bacano también, exploratorio sobre lo que uno quería ser. Entonces nos llamamos los Jinetes de Asalam, y cada uno era un unicornio. Asalam en esa mitología barata era un unicornio –porque no es la escandinava, sino la que leímos en ese entonces era una barata– es el primer unicornio que rompe la roca y de ahí surge el agua de la vida. Entonces había varios: Avarim era un primo mío, Almazul otra muchacha, otra se puso María Nube –siempre ha estado en las nubes–, y yo era Jandey, pero ese nombre surgió a partir de un sueño.


Cristian: Háblanos de eso, ¿cómo así que un sueño?


J: No, literal. Yo le había dicho a un amigo que me pintara un cuadro, el muy timador me salió con un cuadro de un unicornio, sabía que yo andaba encarretado con el cuento de los unicornios, pero obvio era un retrato lo que yo le había pedido; yo compré a regañadientes el cuadro pero de todos modos estaba muy bonito. Y luego soñando con el cuadro en esos viajes de LSD o de hongos, estaba pues uno en otra dimensión (esta), porque tampoco es que sea otra, sino otras formas diferentes de ver esta dimensión. Igual el sueño. Y yo era el unicornio, había una voz que me llamaba: Jandey. Me desperté a la media noche y lo anoté con Y, no me gustó, entonces lo puse con J y termina en Y griega, y no tiene más razón de ser que esa, pero siempre le he dado importancia por la sonoridad y el eco que tenía en el sueño. Marcel, que es mi segundo nombre, y Solviyerte, que es Soledad, Vino, Yerba y Muerte, aunque algunos han creído que es un extranjerismo, es un juego de palabras porque también me gusta jugar con ellas.


P: Qué interesante, Jan. Tantas cosas, pues uno quisiera profundizar en muchas. Uno ha conocido grandes en la historia que han logrado establecer a su manera esa relación entre la dramaturgia, el teatro, la literatura: Miguel Hernández…


J: Gonzalo Arango, que a mí no me gusta casi, es muy bueno escribiendo teatro. En poesía no tanto, en narrativa me parece mejor, y en teatro es muy bueno.


P: ¿Cómo lográs vos esa relación, cómo la ves?


J: Con el teatro y la poesía siempre ha sido muy de la mano. Además los grandes poetas son trágicos, considero yo, así todos digan que el gran poeta es el más filosófico, el épico, en mi concepto es el trágico, que puede abarcar cada uno de esos otros elementos. La vida es una tragedia con ciertos cuadros, ciertas escenas que varían de lo cómico a lo ridículo, de lo patético a lo cruel, siempre termina en un sentido trágico de la vida, que no necesariamente es a la manera cristiana del dolor y del martirio. Justamente ahora que hablábamos de Barba Jacob, como lo dice él, que la tragedia está por encima de los seres y de las cosas y que es inevitable, y por eso también es apreciable de algún modo. Entonces nacen el teatro y la poesía en mí al mismo tiempo, y es sin intención de imitar que me surge el gusto por el teatro y la poesía. En la adolescencia imité mucho y de viejo mucho más (Risas). Pero sí, el teatro ha sido bastante fundamental porque es un gesto, es la palabra, es el cuerpo el que habla también, y uno no sabe muchas veces qué es lo que está expresando con su cuerpo, volvemos a Nietzsche cuando dice –en una traducción muy burda pero que me gusta–: “con la jeta que ponemos al mentir, estamos diciendo la verdad”. El sólo gesto los delata… Y aunque también está para el buen espectador, ahí es donde uno reconoce la timidez, o la agresividad o la calma y aprende a leer al otro, de espíritu. La vida es muy teatral, entonces pienso que van de la mano.


P: Jan, ¿cuál es la relación entre la literatura y la historia en su obra?


J: Esa sí es posterior, claro. Me considero ahistórico hasta cuando fui a la guerra. Fui agente de policía algún tiempo y allá conocí cómo era realmente el asunto y empezó a interesarme todo el juego de la historia, desde la realidad que me llegaba directa. La primera necesidad de la historia fue esa. Veía que si en la cotidianidad de la parte de la guerra que a mí me correspondió todo podía manipularse, entonces imagínense la dimensión, ¿cuántas cosas de esas no son ciertas, de lo que se está informando, de lo que se está comunicando y que terminan siendo lo contrario? Y arranqué de para atrás. Primero en ese sentido apologético de los héroes, de las heroínas, ya luego caí en la heroína, (risas), no es un chiste, fue un tiempo ahí bien sabroso, no es el tema, ahorita lo abordamos. Siempre será bueno otro pringazo (risas).

Luego en la Escuela Popular de Arte, cuando ingresé a estudiar muy poco, tres semestres ya que el cuarto no lo consumí, empezó también la inquietud por leer a los trágicos y llegaron también las lecturas de Herodoto, el historiador griego. La primera academia que tuve realmente fue la Escuela Popular de Arte. De ahí estuve como un semestre por fuera y decidí ingresar a Filosofía en la Universidad de Antioquia, y allá me encontré también con que la filosofía era muy ontológica, sólo pensando en el ser y el ser en sí, más desde el discurso epistemológico; no lo llamemos individualista, porque eso también estudia masas, pero sí apolíneo de algún modo; que no va a eso otro dionisíaco que es buscar en la verdadera historia, y ahí puede uno cometer el pecado de decir la verdadera, pero es ir más allá de lo que el telón te muestra, para utilizar una figura del teatro, o sea, tras bastidores. Bueno y en esos cuadros, por ejemplo, en lo que están Bolívar y Santander juntos, Bolívar está así grandote, Santander chiquito al lado, y resulta que Bolívar medía 1.66 de estatura y Santander 1.92. Y en los cuadros de un gran maestro como lo fue José María Espinosa. Entonces también empieza uno como “ah, jueputa, bueno, ¿qué pudo pasar?”, siempre nos han dicho que el personaje liberó algo pero, ¿qué hay detrás? El comer, transportar armas, información, ¿quién lo hace? O sea, ese no es Bolívar quien se montó en un caballo y liberó cinco naciones. Poniéndola así, en seco. Empecé a investigar más sobre la historia con personajes, y siendo un poco más crítico, la escuela de filosofía sí me dio el ensayo más crítico y argumentativo.


P: Jan, y el poema, ¿cómo llegas vos a él, o él llegó a vos…?


J: Cuenta mi madre que fue una mañana a las cinco y cuarto de la mañana cuando empezaron las contracciones bajo un aguacero el hijueputa; un 16 de mayo de 1974 empezó a cantar el gallo (Risas). No, el poema es atemporal, está y ha estado siempre, es un vehículo. O sea, uno no se presta de él sino que él se presta de uno, sin carácter metafísico. Es un vehículo, una voz que pasa, un viento, como unos huecos que atraviesa…


P: Qué fuerte esa imagen… ¿Cómo ves vos tus poemas? ¿Como parte de esa ventisca, o qué?


J: No, hay de todo... Sangre en costales de risa, que no lo encontré, sí lo tengo en casa pero no lo hallé. Es el primer librito compilado ya en una edición impresa, aunque antes de ese empecé a construir De Aquella Música, que sale posterior.


P: ¿De qué año es De Aquella Música?


J: Sale en el 2016, pero el libro empieza a trabajarse en 1995, ahí tiene poemas de ese año, igual en este (señala La lira destemplada), también tiene poemas de 1995, pero se publica en el 2006.


C: O sea que tu primer libro publicado es Sangre en costales de risa.


J: Sí, de ese por ejemplo digo que es un libro de arrebatadora juventud, pues ahí, digamos que nada está pronosticado: es el impulso, es la testosterona, es la rabia, pero también es la risa como lo dice el título, aunque es una risa sarcástica y algo sardónica, también dolorosa para quien la suelta. Ese libro fue muy rápido, no en proceso escritural pero sí en lo que quería decir; muy despreocupado, aunque creo que no tan mal escrito… Le hice una relectura el año pasado y no, no está tan mal escrito en verdad; se salvaría ahí, corrigiéndole algunas cositas. Y posterior a eso en La lira destemplada hay poemas más complejos: es un libro dividido en varias secciones, como en siete, creo, no recuerdo bien. Les voy a contar parte de la historia de La lira… Tiene varias secciones, este libro es troceado, no hecho en una imprenta, sino en una carnicería. Estas son: Viejos caseríos en la memoria, con su respectivo autor, que es Hermes Eutiquio Gutiérrez Amoroso; El paisaje, que son cuatro poemas de Inocencio Cuarteto; tiene dos libros íntegros de José Ínfimo Gómez, que se llaman Corpúsculo y Epigramatafios, son poemas cortos pero que jamás quieren ser haikú; Antoelegía, que es un texto que ganó el premio Andrés Bello en el año 2002, canto a la manera romántica de algún modo, que todavía me gusta bastante; y Flauta común de Claudio Marcelo Valente, que es como un poeta algo cristiano y dolido que también existe ahí en el que canta.


C: ¿Quisieras compartirnos una lectura de alguno de los poemas de ese libro?


J: Sí, claro. Este libro me gusta mucho, más allá de todo fracaso. También me trae mucha nostalgia porque el parcero con el que empezamos este trabajo de edición, Carlos Enrique Restrepo Bermúdez, se suicidó hace poco, ya hace dos años y un mes, y él siempre apostó porque hiciéramos ediciones; de ahí salió la locura de Ediciones Cosa Nostra. Primero se llamó Editorial Cosa Nostra, con los dos primeros libros que sacamos, y ya posterior se llamó Ediciones Cosa Nostra, con el muñequito leyendo y corriendo, el sátiro…


P: ¿Eso hace referencia también a ese nomadismo?


J: Sí, también es parte del pensamiento nómade, el cual habitamos. Voy a leer unos apartes del prefacio, me parece que es fundamental al menos en mi escritura o lo que pretendo en este libro:

“¿Qué es la poesía? ¿Qué es poesía? ¿Qué no lo es? ¿Qué tiene dentro de su esencialidad para ofrendarle al hombre contemporáneo? ¿Es en verdad la poesía expresión alta y estética del lenguaje, de manera escrita como se lee en los diccionarios y aseveran no pocos críticos? ¿Es rebasamiento del yo mínimo, de la efímera partícula que divaga en la espesura de los bosques, frente a la inmensidad del mar, en el desierto o en el bullicio sordo de las ciudades? ¿Acaso el balbuceo, las palabras con sentido indescifrado, el vocablo surgido del espasmo, de la confusión, no son, en suma, potencialidades de la poesía?, ¿y en las artes, en la vida, cuando la sentimos, será cierta? Decir qué de todo lo que comprende nuestra existencia, ¿será? […].


P: Muchas gracias, hombre, por esa lectura. Maravilloso. ¿Entonces uno podría decir que es tu texto favorito?

J: No, yo soy muy paternal, Pacho. Yo hasta al hijo bobo lo quiero. Aunque nunca he tenido hijos bobos.


C: En ese momento en que empieza esa intriga por la historia, y se abre el telón para ver más allá de la supuesta verdad, ¿cómo es sentir atravesado ese movimiento, esa intriga por la historia, en el momento te movías harto con la pluma, esa época joven tuya, y más precisamente cuando empiezas a escribir Versos de los mil días?


J: Bueno, cuando escribí Versos de los mil días no estaba tan joven, tenía treintaidós años, como te decía ahora, los poetas jóvenes, porque la poesía joven no existe, pueden llegar a los treinta, creo que Silva ahí le pone un sello hasta los treintaiuno, si no, pégate un tiro, si quieres seguir siendo poeta joven. Ojo con Cosmogonía, muchachos.


C: Bueno, y en ese momento ya de madurez, en la que por supuesto es asumida como una etapa más firme, o sea con confianza en tu labor con la poesía, ahora esta intriga por la historia y el contar lo que está detrás del telón, ¿cómo es eso antes concebido en tu día a día; cómo lograste ese tema que es de harta hondura y belleza en tu libro?


J: Bueno, propiamente de Versos de los mil días, eso no quería ser un libro de poesía, era un ensayo que todavía persiste y se llama Aspectos políticos y militares en la guerra de los mil días; pero más allá de eso, a mí me gusta mucho la prosa y la trabajo mucho, sin embargo la escritura de la historia, cuando quieres ser fiel al método -tampoco soy ortodoxo en eso-, no permite muchas veces cierta esquizofrenia que quizá el teatro o la dramaturgia o la poesía sí permiten, es el yo teatral el que está ahí representándose. Me fue llegando el deseo, casi imperativo, de ir haciendo versos […].

Empezaron a surgir los primeros poemas, de las grandes batallas y de ahí eliminé varios, porque dije, tiene que ser en primera persona o en tercera persona, pero más cercano, que lo que se toque ahí sea más humano, y qué más que la poesía para tocarlo; aunque sé que muchos poemas de ahí se van a rastras de prosa. El libro es muy trabajado y muy sentido; es un libro que no empieza a trabajarse cuando se edita sino años antes, cuando empieza la pugna por la historia y sobre todo con una obra de teatro que inicialmente se llamó El lago de los cisnes, en honor a los cisnes de Tchaikovsky, y posterior a eso se llama Jardín a oscuras, y ahí había algunos elementos históricos que ya empezaban a florecer y que se ven más reflejados en este libro y posteriormente en la Tanguedia, que ya tiene ese carácter histórico de tiempo completo.


C: Sí, la Tanguedia se siente permeada por todo ese contexto. Justo ahora estaba leyendo la biografía en uno de tus libros y en la parte dramatúrgica la recordé. Como hablábamos, en el sentido de la representación, los gestos de los personajes, las diferentes claridades que cada uno tiene en los sucesos, permeados por el contexto de la guerra y la historia. De la mano de esto quiero decir que a través del arte puede develarse lo que hay detrás del telón, para muchas edades, niños, jóvenes.


J: Claro, es que si censura edades, eso no es arte.


P: Jan, uno puede notar que Versos de los mil días es una obra que lees y te manda a estudiar; digo porque en este país no tenemos referencias del pasado, no tenemos memorias de estas cosas. Entonces se toca uno, y es una obra muy bella, ese viaje que haces al pasado, en el que lo transportas a uno en una obra que es un hilo, un tejido, en donde vos vas relatando un poco de esa tragedia, es un homenaje muy bello a la tragedia de esa guerra, a esos sectores liberales. ¿Cómo ha sido Jan, aparte de ese viaje al pasado en esa preocupación tuya por la historia, esa experiencia de viajar a distintas partes del país, de Antioquia, o conocer parte de Colombia?


J: Sí, parte del país, ojalá fuera el país en su totalidad y no sólo en términos geográficos. Ya es una forma de acercarse a su profundidad, sino en términos de todo lo que implica, tanto de país como nación. A mí me ha facilitado el viaje varios tipos de trabajo; he trabajado en turismo, creo que lo cuento en el prólogo De Aquella Música, aunque ahí no lo digo todo completo. Siempre surge muy loco, y no es que sea uno onírico sino que siempre surge de esa manera. Íbamos con unos amigos caminando por Santa Elena y atravesamos la vereda El Cartucho para ir a comunicarnos con Barro Blanco y de Barro Blanco ir a El Rosario, y allá llegar a La Honda, a Guarne; ese era el itinerario de la caminata, y en la vereda El Cartucho comenzaron a sonar unos rodillos sobre alguna polea, y logramos ver a dos personas que pasaban volando en un cable de canopy. Íbamos cinco amigos y les dije: “vamos a mirar”, y uno de ellos muy alegón decía: “ah, es una manada de burgueses ahí lanzándose de un cable”, y yo: “¡qué chimba!”. En efecto llegué y había una muchacha despachando a los últimos, en un cable de cuatrocientos metros de largo, y eso fue amor a primera vista, tanto del cable como de la muchacha, y me quedé con esa obsesión, porque también mi naturaleza es obsesiva y es compulsiva. Me quedé pensando, más que en el cable, en la sensación del vuelo, o al menos en la suspensión. Eso fue un viernes, al martes estaba yo en un delirio contándole a todo el mundo de canopy, porque nosotros lo hacíamos en La Primavera pero de una manera más salvaje: colgábamos un lazo y le poníamos un tubo de PVC, y eso era una belleza…, Ahora con un arnés de dos mil quinientos kilogramos de soporte… Le comenté a un amigo, Arnubio Roldán, de mi fascinación, y me dijo que él estaba administrando ese lugar, precisamente. Y así empecé a trabajar turismo […].


C: Hombre, y a propósito de Grafías: memorias del conflicto, ¿cómo fue esa experiencia de llegar a los territorios y conversar esto que causa tanto dolor en muchas personas?, en otras regocijo, pero para las personas que lo viven directamente, como acabas de decirnos, supone dolor, nostalgia, un impacto muy grande, personal también.


J: Es muy variado también, por ejemplo a Briceño, la crónica que escribí el año pasado, tiene toda la carga emotiva de lo que viví en Briceño en el 2002. Fui con Berenice, la poetisa, a un evento de poesía, de literatura y artístico, con un amigo, Andrés, que es de Briceño y todavía vive allá, y habitó varios años acá en Bello, y eso fue toda una aventura, hermano, porque el solo llegar allá es ya de por sí toda una historia; después de Ventanas, cuando se desvía uno a mano izquierda por la montaña, se empieza a ver a Briceño allá a lo lejos, y el viajero dice: “¡Ah, ya llegamos!” ¿Ya llegamos? Esa carreterita empieza a ondular y a ondular por esa pirámide, cada doscientos metros una cascada o una trocha… y retenes de militares y paramilitares hasta llegar al pueblo totalmente sitiado por los paras. Aun así se dio el evento poético, y de ello sólo salió un poema que está en La lira destemplada; pues, un motivo dentro del poema, no el poema completo, pero sí fue el primer motivo que surgió: y eran unos muchachos en un amanecer sobre un cerro que lo iluminaba a contraluz el sol del amanecer, se veía toda una columna de paramilitares, entonces era la imagen de cerros poblados…: “cerros florecidos de niños armados, rostros de plomo y de paludismo”, y esa imagen la retomé luego en la crónica porque estuvo ahí presente; digamos que fue la que salvó toda esa memoria de las vivencias de esa estancia; entonces fue más, ahora que leía de la importancia del agente encubierto, en un trabajo de corrección, de ciencias forenses, era también como si la poesía nos hubiera puesto de agentes encubiertos allá, a ver esa realidad; algo más tendría que salir. En La Esperanza, que es una de las crónicas tan difíciles, tan cruel, pero que en términos de realización es de las que más me gusta, que con una gente de la Corporación Jurídica Libertad, a quienes les agradezco prestar archivo, información, facilitar medios y contactos para hablar con víctimas, viajar a terreno, con Claudia, una amiga mía, que es abogada y también trabaja todo ese tipo de procesos. De entrada, saber qué era lo que iba a hacer, iba a narrar un suceso… viviéndolo, no con la mirada del irrespetuoso que llega a querer obtener una información, y chao, me les fui, “con esto me gano un Pullitzer…”; y aunque el libro es un premio de la Gobernación no tiene ese carácter tan ligero, para mí antes es meterle un gol a la institucionalidad cuando uno logra estos reconocimientos. En La Esperanza, lo que más importaba, era mantener el recuerdo vivo de su lucha inacabada.


C: Algo parecido con Crónicas de riel…


J: Sí, aunque es otro proceso porque la búsqueda es in situ y es a lo que salga; en Grafías hay una intencionalidad; acá, más que los trenes, aunque también tiene mucho de lo férreo, son una disculpa, por decirlo de algún modo, a transitar, para ejercitar esa movilidad hacia la memoria, porque lo que quiero es ver mucho ese paisaje, como planteabas ahora Pacho, vivo, ¿cierto?: la gente, lo que queda después del paso del progreso, el gran sueño de los antioqueños, todas esas cosas que ya son pátina y moho, y que antes eran dizque “el gran sueño de los antioqueños”, que varían también por el antojo de los gobiernos de turno, pero en Grafías es eso otro, es ir y preguntar siempre, porque yo siempre he preguntado a las personas si les gustaría que algo surgiera de ahí, o sea en términos escriturales; tengo videos, audios en algunos casos; en otros no, porque la gente no lo permite, y esa crónica en especial es muy dolorosa, con la cual yo me siento en parte un tanto agradecido en aportar a la recuperación de esa memoria y contarle un poco más a la gente, porque ya no es un texto académico que a veces saca al lector común, si es que hay un lector común, pero la literatura le da otro tono y es lo que trato ahí en Grafías. Es hablar sobre un tema que es bien grave y recurrente, y que es vigente, pero es también habitar la belleza del paisaje en términos físicos y estéticos. Con Crónicas de riel es otro viaje, aunque también se emparentan en algunas temáticas como la de la minería…


P: Jan, vos también has sido un divulgador de las artes, quisiera preguntarte por las Jornadas Internacionales de Literatura Andrés Bello, ¿cómo ha sido esa experiencia de organizar un evento de esa magnitud en el municipio de Bello, por qué hacerlo, incluso a veces contra toda corriente?


J: No, yo soy de naturaleza obsesiva, como ahora les decía, muchachos. Estando en Venezuela, viendo ahí a grandes maestros de las letras venezolanas, compartiendo con uno en la misma mesa, no porque no haya antes leído con grandes figuras de la literatura, sino con esa calurocidad de la amistad, o sea que puede haber un trato de tú a tú, no con ese alambicamiento de “maestro”, el “aprendiz”, o el foráneo, sin ese sentido de la otredad. Y dije: “Qué bueno que en Bello pudiera haber en alguna ocasión esto”, y allá le sugerí a Larry Mejía y a Duván Carvajal lo que podía ser, pero no les hablé de un evento porque no había surgido como tal, sino de una idea. […], se me ocurrió como un premio, y no me quito aún la idea, sino que creo que lo uno va a llevar a lo otro y en el orden tenía que darse primero eso. Y el premio internacional de poesía Andrés Bello traté de vendérselo como idea -y el término realmente es ese- a la Secretaría de Cultura y no hubo mucho eco, como suele suceder, y descabelladamente dije: “entonces unas Jornadas al menos”, “ah y cómo haríamos”, dijo el Héctor Arias (Secretario de Cultura), y le dije: “ustedes cubren unos tiquetes de personajes invitados”, y pensamos de una vez en Juan…

[…] Entonces viene Hermes, nos acompañan algunos poetas locales, regionales, Duván como poeta nacional, junto con el poeta de Manizales Carlos Mario Uribe, Fernando García Cuéncar de Bello, Walter Espinal también de Bello, estuvo Paty David de San Pedro y Rodrigo Bernal de Zipaquirá. Y esas dos primeras Jornadas tuvieron los tres elementos que siempre hemos querido resaltar, la lectura, la música, porque estuvo Adrián, Una canción necesaria, y otro elemento que es el que siempre hemos querido insertar que es el académico, la charla, la conferencia, el conversatorio, y los talleres, que son fundamentales. Entonces esa primera Jornada nos dejó como picados, porque la institucionalidad siempre promete un montón de cosas y terminan en casi nada, y ya la habíamos hecho, y yo ya me había comprometido con que el maestro Juan volvía, y en últimas no se pudo por su enfermedad, y ya habíamos metido la cabeza, había comprado los tiquetes de Paulo Vieira, que por no vacunarse no pudo venir, y dijimos hagamos segundas jornadas en diciembre. […] Hermano, y se dieron las segundas Jornadas, ahí participó Cristian, y un mayor número de poetas, hicimos una fiesta bellísima, ¿cierto?, con tambores, como nos gusta resaltar esa alma negra y también ese vibrar negro que tenemos; los latinos somos muy mezclados pero tenemos indio y ese espíritu negro ahí que no nos abandona.


C: En estas segundas Jornadas también se vio juventud, o sea la nueva voz.


J: Claro, es que los intereses de las Jornadas son justamente eso: abrir la posibilidad a muchos y a muchas. Pero también hay un criterio editorial, ¿cierto?, se habla, se hace correlación de los contactos que se han hecho, o de los poetas que se piensan invitar, y se exige al menos una calidad y un compromiso, y eso tiene que ver, justamente, con el compromiso del oficio; no nos interesa tanto traer figuritas, ni grandes de la pluma, sino seres humanos que nos acompañen; Climério Ferreira dice, en un poema que se llama Tierra en trance, en una traducción que realicé: “En mi tierra hay tanto poeta / que a la gente le queda muy difícil / encontrar un ser humano //”; entonces a veces también nos encontramos en este gremio ese tipo de personajes y es lo que no queremos.


P: ¿Cuáles son las perspectivas de las JILAB?


J: José Gregorio Vásquez dijo que eso no eran ningunas Jornadas, ningún festival, sino “un terremoto literario”, entonces como terremoto, con epicentro en Bello, la idea es hacer buenas vibras de acá en adelante con muchas propuestas, las JILAB son muy ambiciosas, hemos venido con poesía hasta ahora, pero son de Literatura, que no se nos olvide que son Jornadas Internacionales de Literatura, y le queremos apostar a todos los géneros de a pocos, y no nos interesa crecer en términos empresariales como piensa la economía naranja y todas las güevonadas de hoy en día, sino de crecer en las relaciones con grupos artísticos, con los colectivos, con individuos que quieran relacionarse de forma honesta; lo que traen las JILAB es muy importante, pues hay que darle un regalo a la ciudad; este pueblo tristemente es muy analfabeta, lo que más se ve es todo lo contrario a eso que llamamos cultura, en términos de embellecimiento, no me refiero al ornato, o a que la ciudad esté bonita y todo por dentro podrido; un regalo a la gente, al paisaje, que en últimas somos eso. César Vallejo decía que una casa no es hasta que no empieza a ser habitada; entonces también hasta que no habitemos con espíritu este pueblo, esta ciudad no va a ser ciudad, sigue siendo un pueblo ahí como en esa dirección que no avanza, que sigue en esa tradición de pillería y de holgazanería, porque es un pueblo muy perezoso […]. Las JILAB son una apuesta, hermano, queremos hacer para el año entrante el primer encuentro de crónica Luis Tejada Cano, así Barbosa se enoje, como no le han hecho nada a Luis Tejada… que se enojen a posteriori, que luego lo recuperen, sería bacano también que surgiera de esa manera. Y darle, hermano. Medellín es una provincia y Bello queda en el culo de la provincia; otra propuesta ahí, bacana, y por eso se hace en el parque, porque tampoco se encierra a los poetas y a los artistas para que no sean tocados por la gente. Por ejemplo, la venida de Juan yo la disfruté mucho en la medida en que él pudo venir y compartir con ustedes, con las chicas, que tanto le gustan las carajitas, pero yo en términos reales no me pude disfrutar al viejo porque estaba trabajando mucho, era el saludo, una, dos o tres palabras, el intercambio de regalos, más de parte de él que de uno, porque es un señor muy ofrendoso, y me tocaba seguir en lo operativo de las JILAB.


P: Jan, uno quisiera seguir hablando de infinidad de cosas que has mencionado, pero creo que hay cerrar de alguna manera. Y quisiera cerrar con una pregunta, o más una petición, con un mensaje, a manera de amenaza si se quiere, para los jóvenes, quizá lectores de Cosmogonía o no, ¿qué dirías vos a esos jóvenes, quizá para la posteridad, si llegara esa voz a cada oído?




J: Bueno, que al bello arte que sólo da tristezas hay que trabajarlo como un obrero o como un orfebre, amando ese trabajo, ese oficio; más oficio que trabajo; hay que volverse respetuoso con eso que se ama, uno no se imagina… violar aunque sea el lenguaje pero no a la poesía, no a la literatura y menos a eso que llamamos verdad, así sea de forma unilateral, en términos éticos lo que nos es propio, renunciar a eso, evadir los hologramas que abundan en muchas plataformas (no me refiero a las virtuales estrictamente), porque terminan siendo fantasiosas y acríticas; evadir pronto esa pretensión de querer ser y no reconocer que ya se es, sólo que se va sumando, de vivencias, pero es viviendo, no apresurándose a vivir, o figurándose qué es lo que va a hacer y a veces se buscan plataformas que rayan con la farándula, incluso con la mezquindad, en la medida en que no se respetan, una especie de prostíbulo literario, o sea “va y venga, a mí que me traten como sea pero que mis poemas estén en tal antología o que me inviten a tal evento”, ahí no está el carácter esencial de la poesía, como en el prefacio de La lira destemplada; tampoco es un asunto hacia el interior, pero no es tanto afuera, o sea, uno no puede mostrar lo que no ha construido; ese tiempo que se desgasta mostrando, es tiempo que pudo haber capturado, de algún modo hablando en términos de los alquímicos, esa quintaesencia que favorecería para un verso, para un párrafo, para un cuento, una crónica. Es el oficio lo fundamental, ya lo otro son herramientas.


Cristian, Pacho: Muchas gracias, Jandey.




***




*Entrevista publicada en la Revista Cosmogonía. (2019). Núm. 12. pp.109-119.



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