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La pantalla luminosa



Por Cristian Madrigal*

cmadrigalarroyave@gmail.com


Hace poco me encontraba con mi madre compartiendo uno de esos espacios plácidos y graciosos que dejan a veces las ocupaciones, espacios que solemos compartir con nuestras familias -o lo junto que queda de ellas- los jóvenes estudiantes de este país, hace ya muchas generaciones y al calor, no de la hornilla o del fogón, sino de la ilusoria pantalla de TV. Inesperadamente mamá soltó una risa hilarante cuando, en uno de los canales nacionales, no recuerdo si RCN o Caracol, pasaban las noticias sobre la actual contingencia de salud, empeorada cada vez más -según los periodistas de alguno de estos prestigiosos noticieros- por la desobediencia y rebeldía de los ciudadanos de todo el país colombiano. Evidentemente mi amada y curiosa madre no necesita ningún conocimiento en salud, política, gestión administrativa, jurisprudencia, magistratura ni mucho menos de lingüística para percibir la ironía y las falacias producidas por el hombrecillo de corbata cuya figura era emitida por la pantalla luminosa.


La pantalla como un escenario, recuadro fantasioso en el que miles y miles de familias depositan el brillo de sus ojos, dispuestos a que se apaguen encandilados, emitía los sonidos de aquella voz pausada, chaparra y mecánica: “Estas altas cifras se dan porque las personas no respetan los días de pico y cédula”, “quédate en casa”, “trabajo en casa”, que infracciones a quien encuentren en la calle a partir de tal o cual hora, “evite amonestaciones”, “cuídate y cuida a los demás”, “no salgas”, “lávate las manos”, “no te acerques”, “registra tus datos”, “haz esto”, “haz lo otro”, etcétera...


Sucedido el taimado reporte sobre el pico de la pandemia, se dieron los informes de los próximos toques de queda y medidas de confinamiento. Vale decir que mamá no se reía por las cifras de contagios, de UCIs ocupadas o de muertes ocurridas, no. Mamá se reía -temo que con cierto nerviosismo- de la inutilidad e inoperatividad del Gobierno para mantener planes de contingencia efectivos que sepan enfrentar al Covid 19 en un contexto como el del país. Se reía, pues, de los colombianos incapacitados para ejercer el liderazgo y que actualmente ejercen el poder de las ramas judicial, legislativa y ejecutiva del Estado, ¡y de todos los demás, incluyéndonos! Se reía de que en un Estado social y democrático del derecho no haya participación, ni democracia, ni derecho, ni Estado. Y es que, si analizamos las medidas del Gobierno, no por lo que dicen, sino por lo que hacen, encontramos, de manera muy sucinta, las siguientes incoherencias que me atrevo a formular sin ser ducho en ninguno de estos temas:


a) Un plan de vacunación paupérrimo y excluyente que deja entrever los impactos negativos de la globalización farmacéutica, económica y política cada vez más convertida en una industria maquinal, b) un Plan de salud y de ciudadanía que exhibe el desorden y la ineficiencia de su propio sistema gubernamental, c) medidas de vigilancia y confinamiento que atentan radicalmente contra la presunta integridad laboral y la vida digna de los millones de trabajadores informales que ahora deben estar encerrados so pena de contagiarse o recibir alguna infracción por violar “las medidas” reglamentadas, y d) la nula participación de los organismos sociales en el enfrentamiento de este problema que nos incumbe a todos, poniendo en riesgo y violando la categoría “social” en la fórmula del Estado citada en el párrafo anterior.


No sin cierto pudor confieso que hace muchos años no enciendo una TV para mirar algún contenido por mi elección. Muy esporádicamente miro, y con agrado, cosas como Los Simpson, precisamente por el sarcasmo usado en cada


uno de sus personajes, fieles retratos del ciudadano americano atrapado en el mismo sistema imperial que produce la serie animada. A mí, como a muchos jóvenes, y por eso cito a los estudiantes, a la pérdida del gusto por la hipocresía cultural establecida le sucedió la búsqueda de entretenimiento en los libros y el cine


-aunque en esta última me declaro náufrago todavía-. Tal vez algunos hábitos que nos mantienen alejados del sistema de manipulación mediática, que son diferentes en tanto experiencias perceptivas individuales y concretas, nos permiten analizar la realidad desde un punto de vista menos dócil, rezagado y pasivo. La lectura de libros, de películas y de diversos formatos nos mantienen, tal vez, en constante formación crítica y quizá fuera una mejor elección leer una novela que ver una telenovela, ya que, como decía Erza Pound, la literatura es noticia que siempre es noticia.


Aún sin que mi madre se diera cuenta en pleno de todo esto, y aún sin que yo comprenda mucho sobre el tema, ninguno de los dos necesita el status de un experto para dar su opinión, para reírse o para apagar la TV.




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*Miembro del Colectivo Revista Cosmogonía. Estudiante de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana de la Universidad de Antioquia.
Ilustración: Cristian Madrigal.




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